domingo, 29 de abril de 2007

ℓα ℓíяιcα єѕραñσℓα ∂єѕρυéѕ ∂є 1939




En 1936 fue el centenario de Garcilaso de la Vega el resumen del nuevo gusto. De ahí que se hable de «garcilasismo»: una corriente poética que lo toma como modelo para la recuperación de formas clásicas -como el soneto- y excusa para una temática fascista basada en el Amor, Dios o el Imperio, que choca radicalmente con la realidad española del momento. En 1944 es un año que marcará una inflexión por Hijos de la ira (1944), de Dámaso Alonso, que cataliza todo el malestar acumulado y abre una vía para la manifestación de lo que aún no se puede nombrar sencillamente. La reacción antigarcilasista se basa en una estética de confrontación indirecta: frente al neoclasicismo, la libertad formal; frente al triunfalismo, la duda o el dolor; frente a la retórica clerical, el diálogo con un Dios conflictivo.
La década de los 50 trae consigo el auge de la poesía social, que busca profundizar en la estética realista con un sesgo marcadamente de izquierda. Los llamados «Poetas del 50» desarrollarán lo más personal de su obra en los sesenta. Sin embargo, sus primeros pasos se darán en esta tendencia social. La originalidad del grupo del 50, y la clave de lo más renovador de su lenguaje, está en que, aún dentro del realismo, ellos entierran la concepción de la poesía como un instrumento para conseguir una finalidad.
Los poetas que se han dado a conocer alrededor de 1980 han procurado crear al margen de escuelas, normas, consignas y modas. Escasamente preocupados por las rupturas violentas, han mirado con respeto hacia una larga tradición que va desde los clásicos, los simbolistas e impresionistas hasta los poetas de los cincuenta.
Algunas características de esa etapa de la poesía son: la vuelta a la métrica, a la rima y a la estrofa; el uso del lenguaje coloquial y el empleo de términos del ámbito cotidiano; la reintroducción del humor, el pastiche y la parodia; la temática urbana y la cotidianeidad…
De las variadas líneas que ha seguido la poesía de esta época, hay que destacar la tendencia a un lirismo reflexivo, la expresión de la intimidad, las meditaciones sobre las propias experiencias, las preocupaciones intelectuales y vitales, el triunfo de la experiencia sobre la imaginación y el cultivo de la poesía del silencio, concreta, minimalista.

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